Diario de un Consultor

La cultura del error

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¿Por qué muchas personas piensan que equivocarse es malo y por lo tanto debe ocultarse? ¿Por qué a la gente no le gusta que le señalen sus errores o se sienten atacados por quién lo hace sin entender la intención que tiene esa persona al hacerlo?

Por más que se haya comprobado que no existe ser humano perfecto, ser humano que nunca se equivoque, tal pareciera que nos empeñamos en pensar que lo somos o podemos serlo y por consecuencia, que no tenemos derecho ni posibilidad de equivocarnos. De la misma manera cuando nos toca desempeñar el rol de jefes o líderes, automáticamente pensamos que nuestros equipos deben trabajar de manera perfecta y que nunca deben equivocarse, porque si lo hacen, habrá que reprenderlos y hasta despedirlos. Tal pareciera que el pensamiento generalizado es que la gente se equivoca a propósito, con intención y hasta de manera consciente, y por ello hay que castigarlos para que piensen dos veces si quieren volver a "decidir equivocarse".

Esta creencia y accionar, provoca una cultura, primero de persecución y después de ocultamiento del error, de maquillar los resultados, las cifras, de administrar la verdad, logrando que perdamos la gran oportunidad de analizar nuestros errores para poder aprender de ellos y ser mejores.

Recientemente en una reunión directiva en la que participamos, se discutía la conveniencia de mantener cierta información confidencial o si era mejor ser abiertos con los empleados. A una directora se le ocurrió usar como ejemplo, una situación reciente que habían vivido cuando falló uno de sus sistemas, y la alta dirección de la empresa decidió mantener esa situación confidencial y no comunicarlo a su personal por considerar que sería riesgoso que alguien con mala intención, se enterara de la vulnerabilidad de la empresa bajo esa situación.

La intención de la directora que puso el tema sobre la mesa, era usarlo como ejemplo para evaluar los resultados de la decisión de mantener información confidencial o analizar si hubiera sido mejor informar al personal inmediatamente. Esta directora usó la situación para tratar de aprender de ella, sin embargo, el Director de Sistemas se sintió atacado inmediatamente.

En una sesión posterior uno a uno, el Director de Sistemas, externó que la directora que puso ese tema como ejemplo, en realidad lo que quería era atacarlo y evidenciar que había fallado solo para perjudicarlo. Al haber estado nosotros presentes en la reunión, nuestra percepción fue muy distinta, pues nunca observamos una intención de atacar, sino de analizar y aprender, intención que no fue percibida de la misma manera por el Director de Sistemas.

Tristemente, estas situaciones son muy comunes en muchas empresas, pareciera que el error es inaceptable y que quién lo comete, merece un castigo o al menos el desprestigio de sus colegas y compañeros. Cuando algo falla, la organización ocupa todo su tiempo y energía en identificar el error, en encontrar y perseguir al culpable, en defenderse y echar culpas unos a otros y en castigar al aparentemente responsable. Al sentirse evidenciada, la gente buscará vengarse y esto provocará conflictos y relaciones de desconfianza poco productivas entre los miembros de un equipo. Como buenos seres humanos, todos llegarán a cometer un error tarde o temprano y entonces, los demás se encargarán de señalarlo y evidenciarlo, arraigando así una cultura nociva para cualquier equipo de trabajo y organización.

El paradigma de que el error es malo se arraiga en las personas a manera de creencia, esto ocasiona que aún y cuando cambien de organización a otra donde el error no se castigue, seguirán manteniendo la creencia de que el error es malo y por lo tanto, se sentirán señalados y atacados cuando su jefe o algún compañero, les señale alguna falla.

En lugar de ocupar ese tiempo y energía en encontrar al culpable y castigarlo, las organizaciones deberían aprovechar ese error para analizar la falla sin importar quién la cometió, y tratar de aprender como personas y como organización para evitar cometerlo en el futuro.

Imagínate todas las posibilidades de aprendizaje de mejora que se están perdiendo en tu organización porque a nadie le gusta hablar del error, ya sea para no evidenciarse a sí mismos o para no herir las susceptibilidades de otra persona del equipo. Esto lo único que genera es que no se logre aprender por lo tanto, existe una gran posibilidad de volver a cometerlos.

Hoy, en nuestro propio equipo de trabajo, reconocemos que todavía algunos de nosotros, reaccionamos ante el señalamiento del error sintiéndonos atacados y hasta humillados. En ese momento, apagamos nuestro "chip" del aprendizaje, nos molestamos, abandonamos la junta y nos colocamos en el rol de "víctimas", en el que todo lo que nos pasa y todo lo que nos digan, lo vamos a sentir como ataque y nos impedirá tener la apertura para reconocer aquello en lo que podemos mejorar, sin que eso sea malo.

Por supuesto que siempre será más cómodo echar culpas y colocar la responsabilidad en nuestros compañeros, en nuestros proveedores o clientes, en nuestros jefes o en el destino, que aceptar que nos equivocamos, porque eso nos hace "malos profesionistas" según los paradigmas que nosotros mismos hemos aceptado arraigar en nuestras mentes.

Afortunadamente (aunque nos cueste aceptarlo), la realidad es otra: todos nos equivocamos y lo hacemos todos los días. Ayer te equivocaste, hoy te volviste a equivocar, y ¿qué crees?, mañana te vas a equivocar de nuevo. Es naturaleza humana, al igual que dormir, respirar y comer. ¡¡¡ Sí, nos equivocamos!!!

Dormimos, nos despertamos, nos bañamos y nos equivocamos. Desayunamos, comenzamos a trabajar y nos volvemos a equivocar. Llega la hora de comer, regresamos a trabajar y nos equivocamos. Terminamos, cenamos, y nos equivocamos nuevamente, nos lavamos los dientes y nos dormimos. Y así todos los días, una y otra vez.

En Thrad nunca contratamos a alguien pensando que es perfecto, por lo tanto, sabemos que se va a equivocar, no una sino muchas veces y que justo, el equivocarnos es lo que nos permite la oportunidad de aprender y mejorar, pero solo sí y solo sí, tenemos la madurez para hablarlo y analizarlo sin sentirnos atacados u ofendidos, avanzaremos y aprenderemos. En la medida que nos sigamos molestando cuando se hable de los errores que hemos cometido, estaremos limitando nuestra capacidad de aprendizaje y, sobre todo, nuestras posibilidades de ser mejores.

Y el que sea perfecto y nunca se equivoque, que tire la primera piedra. 

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